Numb3rs 1×10: Bomba sucia

Ficha técnica:

  • Creadores: Nicolas Falacci, Cheryl Heuton
  • Director: David Von Ancken, Andrew Dettman
  • Producción: Ridley, Tony Scott
  • Escritor: Paris Barclay,
  • Reparto:
    • Rob Morrow
    • David Krumholtz
    • Judd Hirsch
    • Alimi Ballard
    • Sabrina Lloyd
    • Dylan Bruno
    • Diane Farr
    • Navi Rawat
    • Sophina Brown
    • Aya Sumika
    • Peter MacNicol
  • País: USA
  • Año: 2005
  • Género: Policíaco
  • Duración: 43 min

Sinopsis

Un camión de desechos radioactivos ha desaparecido, y ante la posibilidad de que se cree una bomba sucia con el material robado, Don y su equipo deben encontrar a los ladrones y el camión.
Opinión
Típica serie policíaca americana cargada de estereotipos. La única figura que sobresale es la del matemático que ayuda a resolver los casos que se les plantea. No hay nada que llame especialmente la atención. Puede resultar divertida para los amantes de la acción y las series policíacas, pero no está hecha para atrapar un público más amplio.
Entretenido capítulo debido al enfoque distinto que se le da con respecto a otros de la serie, ya que se centra más en el caso y no tanto en la vida personal de los protagonistas. Además, a diferencia de otras series que se centran en asesinatos, esta trata otros tipos de crímenes (en este caso, detonar una bomba).
Nota: 7/10
Tema
El dilema del prisionero
El dilema del prisionero es un problema fundamental de la teoría de juegos que muestra que dos personas pueden no cooperar incluso si ello va en contra del interés de ambas. Fue desarrollado por Merrill M. Flood y Melvin Dresher mientras trabajaban en RAND en 1950. Albert W. Tucker formalizó el juego con la frase sobre las recompensas penitenciarias y le dio el nombre del «dilema del prisionero».
La enunciación del dilema del prisionero es:

La policía arresta a dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras haberlos separado, los visita a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total, diez años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el cómplice quien salga libre. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante un año por un cargo menor.


Cada uno piensa que sólo pueden pasar dos cosas: que el otro confiese o que no confiese. «Si confiesa, es mejor que yo también lo haga, porque de lo contrario me quedaré 10 años en la carcel. Si no confiesa y yo sí, entonces podré beneficiarme de la oferta del fiscal y quedaré libre en un año». La conclusión es que haga lo que haga el otro, lo mejor es confesar. Ambos razonan de igual modo, con lo cual ambos confiesan y se quedan en la cárcel mucho más tiempo del que les habría tocado si hubiesen cooperado entre sí y ninguno de los dos hubiese confesado.

También podría darse entre n personas, por ejemplo, en el caso de una huelga. Cada trabajador puede pensar: «o bien hay bastantes trabajadores que vayan a la huelga y consiguen el objetivo de esta acción colectiva, o bien esto no ocurre. En el primer caso, de todas formas voy a beneficiarme del éxito de la huelga, y si me quedo, puedo, además, seguir cobrando y quizá mejore mis relaciones con mis superiores. Y si los demás no van a la huelga, lo mejor es que yo tampoco vaya, porque estaré pagando en vano los costes de mi contribución a esta acción colectiva que va a fracasar».

El problema es que lo individualmente racional conduce al fracaso colectivo. Lo mismo puede ocurrir en muchos otros contextos, por lo que este juego ha resultado útil en una gama muy amplia y variada de investigaciones en Ciencias Sociales.

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